Al tratar el tema de los estudiantes universitarios ante los exámenes, mencionábamos algunos aspectos que les hacen vulnerables a sufrir estrés. Igual sucede con los niños de Altas Capacidades, habitualmente enfrentados a más eventos estresantes para ellos, que no para la mayoría de las personas.
Características como la alta sensibilidad, hiperreactividad, potente capacidad de observación y asociación, además de la intensa y largamente perdurable memoria emocional, provocan vivencias estresantes difícilmente manejables tanto por el niño, como por aquellos que, a su alrededor, les ven pasarlo mal.
Lidiar con las características y necesidades emocionales, sociales e intelectuales, no es algo sencillo cuando se es un niño y, aunque parezca contradictorio, menos aún si se es superdotado, llevando consigo altos niveles de autoconciencia al lado de una autoaceptación bastante limitada y, como numerosos investigadores han detectado, una marcada negación del concepto de sí mismo.
Es importante facilitar el que el niño sepa en qué áreas y por qué, es diferente de los otros; se hace necesario aceptarle tal cual es, intentando acercarnos lo máximo posible a la aceptación incondicional y cuidándonos mucho de esas altas expectativas que incrementan los niveles de estrés, en este sentido, resulta muy importante enseñar al niño a distinguir entre buscar la excelencia y buscar el perfeccionismo, ya que, la primera, es saludable, mientras que el segundo, no. También será necesario ayudarle a encajar sus limitaciones sin frustración, favorecer el que se sienta aceptado por otros (recordemos lo importante que era esto para Tate, el niño superdotado protagonista de la película “El pequeño Tate”, magistralmente dirigida por Jodie Foster, y uno de los mejores retratos sobre la superdotación infantil que se han realizado).
Es fundamental también valorar positivamente y felicitar los esfuerzos, la capacidad de esfuerzo del niño, más que los resultados.
Atención igualmente a la tendencia del niño a intentar resolver todos los problemas del mundo, habiendo sufrido previamente la dosis correspondiente de preocupación por dichos problemas: se hace imprescindible traerle una y otra vez a la realidad, haciéndole consciente de las limitaciones personales, la responsabilidad limitada, los sentimientos de culpa infundados, volviendo una y otra vez a centrarle en su contexto y en las actividades, responsabilidades, a las que sí ha de hacer frente, como niño único e irrepetible que es.
Mostrar paciencia con él, ayudarle a nombrar, diferenciando con la mayor precisión posible sus emociones, ofreciéndole cauces adecuados para expresarlas: escribir un diario, contar un cuento, bailar con una música acorde a ese estado de ánimo, expresar esas emociones intentando representarlas a través de dibujos o con plastilina, arcilla…, salir a hacer deporte descargando energía, llorar, golpear un cojín… favorecer siempre que reconozca cuál es la fuente del estrés y aprenda a expresarlo-canalizarlo al exterior, serían las claves para educar en su superación.