Altas Capacidades y Sensibilidad: ¿Viajeros o Turistas?

Cuando gozamos y sufrimos de una alta sensibilidad, amén de altos niveles de conciencia y lucidez, dados por la elevada inteligencia, las épocas de vacaciones, veraneo…, pueden convertirse en magníficas oportunidades para gozar o… sufrir.

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Más de un sabio ha reflexionado sobre la importancia de estos periodos de asueto en relación a las almas sensibles y, me gustaría hacer especial mención a Carl Gustav Carus, un espíritu digno del Renacimiento, que tuvo el honor de conocer a personajes como Caspar David Friedrich o Goethe.

Carus, realizó numerosos viajes a los paisajes que Friedrich inmortalizó en sus cuadros, considerándose a sí mismo como un viajero. Dada su personalidad, seguramente aún lo sería en nuestros días: hoy, rara avis.

Sí, algo excepcional, igual que las personas con Altas Capacidades, que necesitan, por su espíritu romántico, reflexionar sobre el sentido de los viajes y llenar su ser de él, algo muy lejano a la actual “cultura” del selfie y la apariencia, que incluso nos muestran en anuncios televisivos como si fuera la auténtica naturaleza y fin del ser humano: dar envidia a tus amigos haciéndote un selfie en un crucero y compartiéndolo en el mayor número de redes sociales posible.

Los numerosos circuitos que hoy en día se nos ofrecen en agencias de viaje o que el propio turista elabora, no dejan lugar para el tiempo relajado que permite la contemplación de aquello que vamos viendo, ni favorecen una consistencia en la experiencia, desde luego, son viajes gracias a los que recitar una larga lista de lugares visitados a la vuelta de las vacaciones será algo inevitable pero, ¿nos habrán dejado impronta?¿nos habrán ayudado a crecer?

VIAJERO

Y… siendo menos exigentes, ¿nos habrán dejado un poso de felicidad que dure algo más de un mes? Difícilmente, cuando ni tan siquiera recordamos el nombre de los innumerables lugares visitados al segundo día. Por supuesto, nada de sentir la cultura, el aroma, la luz… dentro de nosotros, imposible entonces recordarlo dentro de unos años, ninguna impronta.

Los viajes no han de ser un remedio contra el aburrimiento, ni la forma de conseguir más caché entre nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo… ¿acaso no deben aportarnos algo más allá del reconocimiento externo? Lo que sí es seguro, es que no resulta la forma más adecuada de llenar un vacío interior, porque será efímero. Los viajes, como decía Carus, han de ser “una concentración, la posibilidad de una experiencia vital intensificada capaz de dejar huellas en la existencia”. Eso es lo que consigue el viajero y de lo que no podrá disfrutar, ni tan siquiera imaginar, el turista.

No se trata de cambiar de lugar, o actividad, ni de distraerse o drogarse con un nuevo producto diferente al trabajo, que nos permita seguir viviendo sin pensar en nosotros mismos, en nuestras vidas, en el sentido de todo ello que, aunque doloroso al principio, quizá sea el único camino para descubrir y apreciar la grandeza de la existencia en sus aspectos más hermosos.

RAMASLa persona de Altas Capacidades siente que obra en contra de su naturaleza cuando hace turismo, su extremada lucidez le dificulta dejarse llevar por las ideas de progreso que nos abruman, le repugna la apariencia que, de tan evidente, se le hace digna de compasión, más que de envidia; el excesivo pragmatismo de unos viajes planificados al milímetro con unos horarios que ahogan y limitan, viajes elaborados por expertos gestores del tiempo, que dominan todas las estrategias para abocar al lujo y placer inmediatos, pero escasamente conocedores del alma humana, de la sensibilidad contemplativa y la discreción de los gustos.

Referencia:

Carl Gustav Carus (2008). Viaje a la isla de Rügen. Tras las huellas de Caspar David Friedrich. Palma de Mallorca: Terra incognita.

 

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Arte y alta sensibilidad emocional

Hace unos días se celebraba ARCO en Madrid. Me consta que han sido unas cuantas personas las que se han conmovido incluso hasta llegar a una experiencia cumbre en el entorno de esta Feria, habiendo descubierto quizá por primera vez su intensa y hermosa sensibilidad ante el arte, pero también muchas personas, con Altas Capacidades o no, experienciaron dolor, desagrado profundo, ante algunas de las obras expuestas, no queriendo visitar de nuevo aquel entorno hostil a su delicada sensibilidad.

Comentaba en una entrada más antigua, el modo de acercarse al arte de las pinturas negras de Goya que tuvo Haneke y, en esta ocasión, querría que nos preguntáramos, ¿qué diferencia a una persona altamente sensible de otra que no lo es, a la hora de tener una experiencia estética sublime?

C. S. Lewis en su magnífico libro “La experiencia de leer”, establece una comparativa entre distintos tipos de lectores que, de algún modo, creo puede extrapolarse al arte pictórico. También reflexiona sobre el uso que la mayoría y la minoría de las personas hacen de las obras pictóricas. Detengámonos en ello por unos instantes.

Maya, 4 años

Maya, 4 años

La diferencia entre lo que un cuadro es y lo que un  cuadro representa… ¿a qué damos más importancia? Según Lewis, la mayoría “usa” el cuadro, se fija en lo que representa y en si le produce excitación, admiración… aspectos que, desgraciadamente, desaparecerán una vez comprado o nos hayamos desplazado a otra sala. Cada persona lo usa según su estado anímico o necesidades de ese momento, pero cuidado, porque nuestros prejuicios, experiencias previas…pueden jugar una mala pasada a lo que la propia obra de arte es.

Algunas personas más “entendidas”, logran diseccionar la obra de arte y, sobre todo, exponer a los demás aquello que han descubierto, pero… lamentablemente, no han encontrado el alma. Una clave sería que, por desgracia, tan sólo un cadáver puede ser diseccionado…

Sin duda, sería mucho más enriquecedor para el espectador y justo o respetuoso para la obra, no usar el cuadro, sino “recibirlo”. Algo que no supondría pasividad, pues,  a través de su contemplación, se lograría que la persona fuera más allá de sí misma (experiencia cumbre) y no habría servido, sin más, para extraer de la persona algo que ésta ya tenía dentro de sí.

Maya, 4 años

Maya, 4 años

Cuando la obra de arte es “recibida”, “la forma creada por el artista determina el comportamiento de nuestra sensibilidad, de nuestra imaginación y de otra serie de facultades.” Si la obra es “usada”, se convierte en “un mero auxiliar para el ejercicio de nuestras propias actividades”, es decir, el usar el arte no nos enriquece, no aporta nada a nuestra vida, sólo produce emociones pasajeras, no crecimiento personal, no una conexión con la grandeza humana y todo aquello que nos excede como personas.

Resulta difícil diferenciar, cuando tratamos de la intensidad y la alta sensibilidad emocional, cómo nos estamos posicionando ante una obra de arte y, también, si sabemos elegir el modo de hacerlo según nuestro objetivo en cada momento, o es algo incontrolable, que no depende de nosotros, sino más bien del artista, las características de la propia obra, o de nuestro habitual funcionamiento cognitivo-emocional. Sin embargo, es posible aprender a discriminar y llevarlo a la práctica, pero, para cada uno de vosotros, lectores, el proceso será diferente, y habréis de esforzaros por encontrarlo.

Parece indudable que, aquellas personas con menor sensibilidad artística o estética podrán con mayor facilidad no confundirse en esto, ya que se darán por satisfechas tras un entretenimiento pasajero por el museo, exposición, concierto…; siguiendo a Lewis, “…nunca se les ocurriría esperar más que eso de cualquier obra de arte. No van al cine para aprender, sino para descansar. Si alguien les preguntara si lo que han visto modifica de alguna manera sus opiniones acerca del mundo real, les parecería absurdo. ¿Acaso son tontos? Habladles no del arte; sino de la vida –chismorread con ellos, regatead con ellos-, y veréis lo astutos y realistas que pueden ser”. No se trata pues de una cuestión sólo de inteligencia o conocimiento del mundo…

Maya, 4 años

Maya, 4 años

Tenemos la suerte de que niños que apenas llevan unos años entre nosotros, que aún tan sólo por el breve lapso de tiempo no han logrado alcanzar la sabiduría, son capaces de ofrecernos una obra de arte, de crear, a partir de aquello que de alguna manera han sabido “recibir” o detectar sin más en su interior, mientras que, visitando algunas ferias consagradas, nos preguntamos con frecuencia si el extintor descolgado que aparece ante nosotros no será otra de esas llamadas “obras de arte” que casi desarmamos al tropezar tan sólo unos pasos atrás.

Citando el texto de una referencia ineludible para el amante del arte “De lo espiritual en el arte” escrito por Vasili Kandinsky, “La verdadera obra de arte nace misteriosamente del artista por vía mística. Separada de él, adquiere vida propia, se convierte en una personalidad, un sujeto independiente que respira individualmente y que tiene una vida material real”, intuimos que la obra de arte realmente valiosa, tiene una vida interior preciosa. Todas las obras de arte la tienen pero, al igual que los seres humanos, está más o menos desarrollada, se muestra más o menos accesible y debemos elegir si queremos conmovernos por ella o no.

Las personas con Altas Capacidades, aquellas con una sensibilidad extraordinaria, sienten reciprocidad con las más grandes obras de arte. Gracias a estas personas, el arte aparece revitalizado, la capacidad intrínseca de ambos para detentar la potencialidad de la perfección, favorece que la obra de arte y ellas establezcan un diálogo de entendimiento, de comprensión pocas veces experimentada entre humanos.

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Escala de degradación: Inteligente, Necio, Fatuo, Tonto, …

… a partir de una selección de citas publicadas en “Los caracteres”, del gran Jean de La Bruyère:

Los caracteres

“El hombre más inteligente es desigual, experimenta altos y bajos, unas veces está en vena y otras no. En este caso, si es discreto, habla poco, no escribe nada, no se empeña en brillar. ¿Acaso se canta con catarro? ¿No hay que esperar a recobrar la voz? El necio es autómata, máquina, resorte; el peso le domina, le hace moverse, dar vueltas, y siempre, y en el mismo sentido, y con la misma igualdad; es uniforme, no se desmiente nunca. El que le ha visto una vez, le ha visto en todos los momentos y en todos los períodos de su vida: es, todo lo más, el buey que muge o el mirlo que silba; está situado y determinado por su naturaleza y me atrevería a decir que por su especie. Lo que menos se ve en él es el alma, que no actúa, que no se ejercita: descansa.”

“Nada nos venga mejor del juicio desfavorable que los hombres hacen sobre nuestro talento, nuestras costumbres y nuestras maneras, que la indignidad y el mal carácter de aquellos a quienes aprueban. El desdén a un hombre de mérito tiene la misma procedencia que la admiración por un tonto.»

“Un tonto es aquel que no tiene ni el poco de inteligencia necesario para ser un fatuo.”

“Un fatuo es aquel a quien los tontos creen un hombre de mérito.”

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Ayudando a los niños de Altas Capacidades a superar el estrés

Al tratar el tema de los estudiantes universitarios ante los exámenes, mencionábamos algunos aspectos que les hacen vulnerables a sufrir estrés. Igual sucede con los niños de Altas Capacidades, habitualmente enfrentados a más eventos estresantes para ellos, que no para la mayoría de las personas.

Características como la alta sensibilidad, hiperreactividad, potente capacidad de observación y asociación, además de la intensa y largamente perdurable memoria emocional, provocan vivencias estresantes difícilmente manejables tanto por el niño, como por aquellos que, a su alrededor, les ven pasarlo mal.

Lidiar con las características y necesidades emocionales, sociales e intelectuales, no es algo sencillo cuando se es un niño y, aunque parezca contradictorio, menos aún si se es superdotado, llevando consigo altos niveles de autoconciencia al lado de una autoaceptación bastante limitada y, como numerosos investigadores han detectado, una marcada negación del concepto de sí mismo.

Es importante facilitar el que el niño sepa en qué áreas y por qué, es diferente de los otros; se hace necesario aceptarle tal cual es, intentando acercarnos lo máximo posible a la aceptación incondicional y cuidándonos mucho de esas altas expectativas que incrementan los niveles de estrés, en este sentido, resulta muy importante enseñar al niño a distinguir entre buscar la excelencia y buscar el perfeccionismo, ya que, la primera, es saludable, mientras que el segundo, no. También será necesario ayudarle a encajar sus limitaciones sin frustración, favorecer el que se sienta aceptado por otros (recordemos lo importante que era esto para Tate, el niño superdotado protagonista de la película “El pequeño Tate”, magistralmente dirigida por Jodie Foster, y uno de los mejores retratos sobre la superdotación infantil que se han realizado).

Es fundamental también valorar positivamente y felicitar los esfuerzos, la capacidad de esfuerzo del niño, más que los resultados.

Atención igualmente a la tendencia del niño a intentar resolver todos los problemas del mundo, habiendo sufrido previamente la dosis correspondiente de preocupación por dichos problemas: se hace imprescindible traerle una y otra vez a la realidad, haciéndole consciente de las limitaciones personales, la responsabilidad limitada, los sentimientos de culpa infundados, volviendo una y otra vez a centrarle en su contexto y en las actividades, responsabilidades, a las que sí ha de hacer frente, como niño único e irrepetible que es.

Mostrar paciencia con él, ayudarle a nombrar, diferenciando con la mayor precisión posible sus emociones, ofreciéndole cauces adecuados para expresarlas: escribir un diario, contar un cuento, bailar con una música acorde a ese estado de ánimo, expresar esas emociones intentando representarlas a través de dibujos o con plastilina, arcilla…, salir a hacer deporte descargando energía, llorar, golpear un cojín… favorecer siempre que reconozca cuál es la fuente del estrés y aprenda a expresarlo-canalizarlo al exterior, serían las claves para educar en su superación.

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Estudiantes universitarios de Altas Capacidades ante los exámenes

En estos días, son numerosos los jóvenes superdotados que se enfrentan a largos, tediosos, complicados, sencillos, o quizá demasiado sencillos exámenes en sus diferentes universidades. A ellos va dirigido este artículo.

Durante meses, el tiempo dedicado al estudio ha ocupado gran parte del día a día o, a lo mejor, eres de los que lo han dejado para última hora, de cualquier forma, aquí vas a encontrar recogidas algunas ideas que hacen referencia al vivir y sentir superdotado durante los exámenes.

Intentar aprenderse una ingente cantidad de apuntes en una noche, trabajar precipitadamente para entregar una práctica, tener que completar decenas de aburridos ítems durante un examen u obtener un aprobado, cuando se esperaba un sobresaliente, pueden ser causas de estrés.

Si a lo anterior le añadimos una fuerte intensidad a la hora de experimentar emociones, una alta sensibilidad a rumores o comentarios sobre tipos de exámenes, procedimientos del profesor, sucesos con otros alumnos, las expectativas de familiares presionando hacia el éxito, y la sensación más o menos consciente de poder con todo, luchando con fuerza con la de “no lo voy a conseguir”, el miedo a manifestarse como mediocre mientras se desea mostrar y demostrarse las Altas Capacidades, el cóctel es muy rico, pero explosivo, y supone una tensión energética, más que considerable, a la que necesitarás dar salida, preferiblemente, con actividad física.

Seguramente, además, estés involucrado en varias actividades que te exijan responsabilidad: voluntariados, trabajos a tiempo parcial, cursos on-line, clubs deportivos… intentando, por supuesto, alcanzar cotas de perfección en todas y cada una, lo cual, va más allá de lo humanamente posible, por muy alto que sea tu CI, produciendo, en estos momentos de evaluación, unos elevados niveles de estrés.

Decidir a qué asignatura dedicar más tiempo puede llegar a producir bloqueos emocionales que impidan estudiar al menos una, pero hay que tener cuidado para que no se convierta en un mecanismo de defensa psicológico que, lo único que favorezca sea evitar estudiar o presentarse a los exámenes. No te engañes.

Tampoco hay que perderse pretendiendo ampliar los apuntes o leer más y más libros sobre la asignatura: mejor poco y bien, que mucho y mal.

El compromiso con la tarea del estudio y el ejercicio de la voluntad es lo que realmente se va a medir en estos días, y, sinceramente, quizá sea más importante incluso que los propios exámenes. Puede que llegues a preguntarte si has elegido esos estudios de acuerdo a tu personalidad, valores, metas vitales, aptitudes, estilo de aprendizaje… bien por ti, aunque puedas sentirte confuso, has dado con un momento clave en tu crecimiento personal.

Algunos consejos de cara a reducir los niveles de nerviosismo en estos días:

  • Cambia de actividad, al menos un par de veces al día: si estás estudiando durante toda la jornada, sal un rato a correr, desconecta una hora viendo una serie de televisión o prepara algo especialmente sabroso para la comida.
  • Habla sobre tus exámenes, aquello que te preocupa… con un buen oyente, y no con alguien que incremente tu nivel de estrés.
  • Tómate estos exámenes como propiciadores del cambio, esperemos que aprobándolos y avanzando en ese sentido, pero, si no es así, ten en mente que un suspenso o nota que no esperabas, puede llegar a producir un cambio en tí mucho mayor e importante que la evaluación positiva. Sea como sea, utilízalos para crecer y no sólo para acumular una calificación más.
  • Dedica un tiempo cada día para actividades que te hagan sentir bien, puede ser quedar un rato con los amigos, darte un masaje, leer una novela que te atraiga, jugar con algún videojuego… pero controla tu tiempo siempre, y no dejes que te controle él a ti, tanto por exceso, como por defecto de estudio.

Y, ahora… ¿suerte o justicia?

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